19/5/12

El prestador de pescado

Imagino un clan neandertal racionando comida y agua, aprovechando al máximo las pieles que les cubren cuando la caza no ha sido buena o la sequía provoca una crisis de alimentos y sustento hídrico. Evidentemente el clan neandertal no se limita a recortar raciones; saben que si la situación de crisis empeora, o se prolonga en el tiempo, los recursos disponibles serán cada vez mas escasos. Saben que no pueden limitarse a aprovechar al máximo lo poco de que disponen y sentarse a esperar. Saben que las necesidades son las que son, y la supervivencia depende de su capacidad para encontrar nuevas zonas de caza, nuevas fuentes de agua o fabricar herramientas mas eficaces que les permitan optar a mejores piezas de pescado. Podrían abandonar al miembro mas anciano del grupo; se muestra débil y consume mas de lo que aporta.
Quizá su falta de imaginación para incrementar los recursos necesarios, y su conformismo que les llevaba a creer que no morían de inanición solo recortando sus raciones o abandonando a los ancianos, es lo que les condenó a la extinción.

Siempre había oído, como una teoría generalmente aceptada, que la mejor manera de ayudar a los pueblos pobres de África es prestarles una caña y enseñarles a pescar, no darles el pescado ya cocinado. A esta teoría habría que añadirle una clausula en la que se especificara que una vez entregada la caña y el manual de uso, al pueblo que se pretende salvar se le debe dejar en paz. De hecho, creo que si se les hubiera dejado en paz desde el principio no hubiera sido necesario rescatar de la miseria a nadie.
Que cada cual sea capaz de proveerse su sustento resulta más que interesante. Que un pueblo sea capaz de pescar por si mismo le dignifica y le hace libre.

 Hace tiempo que a los poderes políticos y económicos de este nuestro primer mundo, como a los neandertales, les falta imaginación. Su conformismo nos aboca a la extinción como pueblo libre capaz de proveer de sustento al clan. A algún lumbreras se le ocurrió que no era necesario buscar nuevas zonas de caza y que alguien nos prestaría el pescado que faltara ya cocinado. Cuando la sequía nos ha hecho ver que nuestra necesidad de recursos era demasiado dependiente del prestador de pescado, nos hemos dado cuenta de que no somos libres, que ya no sabemos como funciona la caña, que el dueño del pescado también es nuestro dueño, y a él no le interesa lo mas mínimo nuestra libertad... Tampoco nuestros ancianos.


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