16/11/11

Esquiva libertad

En tus pliegues antiguos nada malo se esconde,
como todas las cosas que nos hacen mejores,
te secuestran algunos con siniestras razones...
en la noche más negra una luz al final,
nos anuncia que fuera acostumbras a estar,
de una sola manera se pronuncia tu nombre: libertad.
V.M. S. José

Alta, pelo muy negro, largo y con algunos rizos. Es una mujer árabe, como salida de una película de las de antes. Elegante.
–Vine a España por la libertad –le cuesta expresarse en castellano, pero se hace entender–. Un hombre de mi país me cogió del brazo, me empujó y me tiró del pelo porque no quise irme con él.
Necesita contarlo. No quiere tener la necesidad de ocultar estas cosas. Ya tragó bastante en su anterior vida. Está comenzando una vida nueva y no está dispuesta a mas hipocresía. No quiere, no puede soportar mas humillaciones. Habla como si esperara de mí algo de complicidad; complicidad que echa en falta entre sus compatriotas expatriados en nuestro pueblo.
Son las doce de la mañana de un domingo de noviembre. El día despejado engaña. La mañana es radiante pero fresca, aunque se puede decir que hace una muy buena mañana. Antonio Huertas comienza a tener su dominical y habitual saturación de tráfico y viandantes. El coche me avisa –teléfonos inteligentes, coches inteligentes... ¿humanos inteligentes?– de que la puerta trasera derecha ha cerrado mal. En el semáforo del Plinio la abro y la vuelvo a cerrar. El pitido cesa.

Las dificultades del idioma no le impiden ir sacando de dentro lo que quiere expresar.
–También se han metido con mi niña –en mi cabeza la situación se aclara: a sido aquí, en España, donde su paisano la ha zarandeado–. En mi país la mujer es menos que el perro. Solo se le quiere para limpiar. Me divorcié y me vine aquí por la libertad. En España la mujer es igual que el hombre, se le respeta y no se le puede obligar a hacer algo que no quiere. Y ahora me encuentro a gente aquí que quiere seguir tratándonos igual.
Guardo silencio. Solo escucho. ¿El sueño español?
Las dejo a ella y a su hija adolescente en la puerta del cuartelillo.
Les deseo suerte... la van a necesitar.

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