Marzo de 2007.
En casa vivimos seis personas: la pareja que ideó esta familia, mi mujer, Marta, y yo; dos niñas, Sara y Marta; el pequeño, Juan; y el abuelo, Manuel, mi suegro. Trotski, un labrador negro más bueno que el pan, y una hipoteca —sin nombre, ahora que caigo— también viven con nosotros.