Julian comenzó en la zaranda cuando solo contaba con doce años; en enero cumple cincuenta y seis. Nunca antes había estado parado. En los últimos cuatro años, a trabajado diez meses salteados en periodos que van de quince días hasta un máximo de mes y medio. Desde agosto, nada.Es menudo, vivaracho y entrado en carnes, pero con una vitalidad envidiable. Tiene dos hijos. La mayor, la chica, se casó el año pasado. Es auxiliar administrativo, y van tirando. Al pequeño, de veinticuatro años, le arroyó el tren de la burbuja inmobiliaria que, junto al vagón del fracaso escolar, a arrasado con gran parte de su generación.










