"El mundo está cambiando, cada día es más pequeño. La globalización está cambiando el mundo. Ya nada volverá a ser como antes. Esto no tiene marcha atrás."
Mientras intenta controlar el tic de su ojo, no consigue controlar la idea que le bulle en la cabeza desde hace tiempo:
Para el dinero lo más importante es que haya mercado; es su energía, su alimento. Sin mercados se extinguiría, moriría de inanición El dinero busca siempre mercados nuevos, intenta que todo esté impregnado de mercadeo, que todo se pueda comprar y vender; todo. Es su sustento y necesita tenerlo a mano para crecer, expandirse sin limites; crecer, siempre crecer.
La globalización es un invento del dinero. Debido a su insaciable voracidad, los mercados locales se le quedaron pequeños. Un mercado de siete mil millones de almas es muy goloso, y se lo estaban perdiendo. El problema es que el dinero no entiende de personas, no le importan las personas, solo su apetito le importa.
Para el dinero lo más importante es que haya mercado; es su energía, su alimento. Sin mercados se extinguiría, moriría de inanición El dinero busca siempre mercados nuevos, intenta que todo esté impregnado de mercadeo, que todo se pueda comprar y vender; todo. Es su sustento y necesita tenerlo a mano para crecer, expandirse sin limites; crecer, siempre crecer.
La globalización es un invento del dinero. Debido a su insaciable voracidad, los mercados locales se le quedaron pequeños. Un mercado de siete mil millones de almas es muy goloso, y se lo estaban perdiendo. El problema es que el dinero no entiende de personas, no le importan las personas, solo su apetito le importa.
En principio la idea era que la globalización debía propiciar el
desarrollo de los países pobres al tiempo que los ricos hacían sostenible el suyo –o eso nos contaron unos políticos ingenuos que siguieron cantos de sirena, o corruptos que solo seguían el calor del poder y sus riquezas–. Se debía intentar, derribando
barreras, que todos viviéramos un poco mejor. Ese era, al parecer, el acuerdo entre políticos y dinero. Pero la incompetencia de los políticos, o sus corruptelas (no sé que es peor), a
creado en el dinero un monstruo incontrolable que se ha hecho con el
poder mundial; mientras el poder de los políticos sigue siendo
local o nulo.
Ahora dicen que nosotros, en esta parte del mundo, vivimos muy bien, que así no podemos competir en un mercado globalizado ¿Pero la idea no era mejorar todos? Ah! no, solo vosotros.
Ahora dicen que nosotros, en esta parte del mundo, vivimos muy bien, que así no podemos competir en un mercado globalizado ¿Pero la idea no era mejorar todos? Ah! no, solo vosotros.
–Teníamos que seguir el ejemplo de los chinos: trabajadores, callados y eficientes. Otro gallo nos cantaría.China es una dictadura. Los países democráticos no debieron permitirle entrar en un mercado libre, con competencia desleal. Esclavos, no trabajadores. Dinero estatal por doquier, y falta de libertades las que quieras. Eso sí, están ganando dinero a espuertas. ¿Quien? Nosotros no, y el 99% de los chinos tampoco. Vamos mal si nuestro ejemplo son los chinos.
–Poco tiene China de dictadura, económicamente hablando. Tiene empresas punteras en innovación e investigación.
Tenemos que cambiar el chip. Tenemos que cambiar nuestra cultura del trabajo. Es de admirar ese ser humano que hace lo imposible por trabajar, adaptarse, ahorrar y dar de comer a su familia. Con imaginación y dejándose la piel mientras nosotros seguimos comportándonos como niños mimados, pendientes de los restos del estado del bienestar.
La dictadura de Franco tenía poco de dictadura económicamente
hablando. Efectivamente, la libertad soñada del dinero es la
dictadura perfecta: nulo estado del bienestar, nulos derechos
laborales y sociales, corrupción hasta en la sopa y toneladas de dinero en subvenciones que hacen
competitivo al más desastroso de los empresarios. Toda esa
innovación e investigación se hace con dinero público en China.
Los chinos no han cambiado ningún chip, solo han mirado hacia abajo y han visto a sus pies a mil cuatrocientos millones de personas acojonadas, hambrientas y sin resquicio de libertad. Y se han dado cuenta de la enorme riqueza que supone poner a trabajar a esa enorme masa laboral. Así, sin más, a lo tonto, sin límites, viviendo en el cuarto de herramientas si es necesario. Y lo han hecho en el momento más oportuno: con los vientos de la globalización a favor.
Tenemos que cambiar el chip, sí. Hay que innovar, investigar y emprender, pero ese ser humano que hace lo imposible por trabajar, adaptarse, ahorrar y dar de comer a su familia no puede ser el que soporte toda la carga.
Estamos pendientes de los restos del estado del bienestar cuando lo que teníamos que estar haciendo es cuidándolo y mejorándolo. Si para ser competitivos tenemos que esclavizar a nuestros trabajadores, abandonar a nuestros viejos, a las embarazadas, a los discapacitados, a los parados... a la parte mas débil y desfavorecida de la sociedad, ¿para que coño nos sirve ser competitivos? Hay que cambiar el chip en la cultura del trabajo, la corrupción política y en muchas otras cosas, pero está resultando mas sencillo cargarse el estado del bienestar, acogotar a ese ciudadano que no tendría ningún problema en cambiarlo todo de un plumazo, y que espera cada día que de verdad cambie algo esencial, algo de lo que sí que necesita un cambio.
En lugar de seguir el ejemplo chino, los chinos debieron seguir nuestro ejemplo. En lugar de importar su porquería de condiciones de vida –estamos importando algo más que bicis pésimas–, debieron obligarles a respetar a sus mil cuatrocientos millones de seres humanos cuando se comenzó a hacer negocios con ellos.
Los chinos no han cambiado ningún chip, solo han mirado hacia abajo y han visto a sus pies a mil cuatrocientos millones de personas acojonadas, hambrientas y sin resquicio de libertad. Y se han dado cuenta de la enorme riqueza que supone poner a trabajar a esa enorme masa laboral. Así, sin más, a lo tonto, sin límites, viviendo en el cuarto de herramientas si es necesario. Y lo han hecho en el momento más oportuno: con los vientos de la globalización a favor.
Tenemos que cambiar el chip, sí. Hay que innovar, investigar y emprender, pero ese ser humano que hace lo imposible por trabajar, adaptarse, ahorrar y dar de comer a su familia no puede ser el que soporte toda la carga.
Estamos pendientes de los restos del estado del bienestar cuando lo que teníamos que estar haciendo es cuidándolo y mejorándolo. Si para ser competitivos tenemos que esclavizar a nuestros trabajadores, abandonar a nuestros viejos, a las embarazadas, a los discapacitados, a los parados... a la parte mas débil y desfavorecida de la sociedad, ¿para que coño nos sirve ser competitivos? Hay que cambiar el chip en la cultura del trabajo, la corrupción política y en muchas otras cosas, pero está resultando mas sencillo cargarse el estado del bienestar, acogotar a ese ciudadano que no tendría ningún problema en cambiarlo todo de un plumazo, y que espera cada día que de verdad cambie algo esencial, algo de lo que sí que necesita un cambio.
En lugar de seguir el ejemplo chino, los chinos debieron seguir nuestro ejemplo. En lugar de importar su porquería de condiciones de vida –estamos importando algo más que bicis pésimas–, debieron obligarles a respetar a sus mil cuatrocientos millones de seres humanos cuando se comenzó a hacer negocios con ellos.
Cuando a la gente se le quita el
hambre, lo siguiente que busca son mimos, libertad, seguridad en los
momentos difíciles... bienestar. Cuando a los chinos se les quite el
hambre veremos que pasa.
Con el gesto más relajado, y el tic bajo control, toma asiento en su cabeza la idea en torno a la que gira su reflexión: El dinero no es todo. El ser humano sí que lo es. Lo primero que se debió globalizar es el respeto al hombre. Utilizar el dinero para mejorar la vida del hombre y no al contrario.
Con el gesto más relajado, y el tic bajo control, toma asiento en su cabeza la idea en torno a la que gira su reflexión: El dinero no es todo. El ser humano sí que lo es. Lo primero que se debió globalizar es el respeto al hombre. Utilizar el dinero para mejorar la vida del hombre y no al contrario.
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