Hoy hay convocada una huelga de veinticuatro horas en el sector
del taxi de media Europa. Es curiosa –desesperante, indignante si
formas parte del sector– la manipulación mediática, la
desinformación con la que ha saltado este asunto a los medios. ¿Cual
es el motivo de esta manipulación? Evidentemente, si juegas con
trampas la posibilidad de ganar es más alta.
A ver si consigo explicarme.
A estas horas, a estas alturas del día de huelga, el ciudadano
medianamente informado ya habrá oído hablar del tema. Debido al
enredo mediático, al follón desinformativo interesado que se ha
montado, la conclusión a la que habrá llegado el ciudadano es que
los taxistas están cabreados porque a la gente le ha dado por
compartir coche en lugar de coger sus taxis. Compartir coche además
de barato es solidario, ecológico y te ayuda a conocer gente. Los
taxistas son unos cerdos egoístas que no piensan en lo mal que la
gente lo está pasando y miran solo su propio negocio.
Ahí se ha llevado el debate de forma interesada y torticera. Un debate que no debería existir, puesto que los taxistas solo estamos combatiendo una ilegalidad. Es como si a estas alturas se debatiera si robar una joyería es o no legal. No estamos
combatiendo el coche compartido. Se ha metido en el jaleo a empresas
que llevan años intermediando en el coche compartido. Las han metido ellos
para ponernos al personal en contra, no los taxistas.
Compartir coche es el autoestop del siglo XXI. Como los
hippies de los sesenta, compartes coche con desconocidos. Tiene unos
beneficios evidentes: al no haber un profesional intentando alimentar
a su familia es mucho más barato, solo compartes gastos. Y unos
riesgos también evidentes, pero que se tienden minusvalorar: resumiendo, no tienes ni idea de en que condiciones va ese coche y
ese conductor. Todos somos muy guais hasta que surge el primer
problema. Nos encanta compartir y que compartan con nosotros todo, excepto las responsabilidades. Cuando vienen los problemas –un
accidente, por ejemplo– se nos olvida lo guais que éramos.
El caso es que éste no es el problema, por mucho que, de
forma retorcida, se empeñen en que lo sea.
El rebote de los taxistas viene por una empresa, multinacional
americana, que está metiendo servicios de transporte de viajeros
camuflados como coches compartidos. Claro, saltándose la legislación
vigente en toda Europa. Que seas guai está bien. Si eres un listo
que vienes a quitarle el pan a mis hijos... pues... qué quieres que
te diga.
Si tienes las joyas de tu abuela, las de toda tu familia desde
tiempos inmemoriales y se las dejas a tus vecinos, familiares,
incluso a desconocidos –eres así de generoso– para que las usen
en bodas, bautizos y comuniones, al joyero de la esquina le joderá,
pero las joyas son tuyas y haces con ellas lo que quieres, nadie te
puede decir nada. Si cobras por ello y compras más joyas para seguir
“compartiéndolas” con su cuenta y su razón, estás desempeñando
una actividad ilegal y al joyero lo estás machacando.
Un taxista tiene una concesión administrativa, la licencia,
sometida a una regulación, a una normativa casi asfixiante con la
que se controla desde el mas mínimo detalle del coche o del
conductor hasta las tarifas a aplicar. Se pretende que el usuario
reciba un servicio impecable, sin abusos, seguro y de calidad.
Uber –la empresa en cuestión y única responsable del lío–
pretende dar servicio de taxi saltándose toda la legislación
española y de medio mundo. Compartir se comparte si tú, que vas al
mismo sitio que yo, me llevas al mismo tiempo y, como mucho, pagamos
la gasolina a medias y te invito a un café. Si me llamas y me dices
que te lleve al trabajo, te aplico unas tarifas que yo me invento y
me vuelvo a buscar al siguiente, aunque sea con mi coche particular
estoy desarrollando una actividad económica.
No me someto a la normativa para el sector, no pago impuestos,
entro en el gremio como un elefante en una cacharrería como si todo
lo acabara de inventar yo... Taxis piratas han existido siempre y siempre han sido ilegales.
Compartir las joyas es positivo, robar la joyería es delito. El
debate, inventado.
de P.M explicado
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