Es más alto que el resto –tampoco demasiado–, jaro y pelado a tazón. Se le ve un poco huraño, muy serio. Para ser un niño de seis años se toma todo demasiado a pecho. Alguien en el recreo le ha llamado lechero y casi le pega. No sé por qué le llama lechero y tampoco por qué no le gusta que se lo llamen. Es nuestro primer año de escuela, primer año en un colegio público de mediados de los sesenta: leche en polvo y "Cara al sol". Él ya es un tipo duro.
23/10/14
Nada que romper
Hoy, de refilón, he oído, en una de las múltiples tertulias radiofónicas matutinas, que alguien está buscando, propiciando o pretende, si pudiese, la ruptura del pacto constitucional. Parece ser que a esta gente que busca la ruptura ya no les valen aquellas cosas tan bonitas que se consensuaron entonces y que hablaban de soberanía popular, de respeto, de justicia, libertad, igualdad... y que vinieron a vertebrar la convivencia, tan complicada siempre, de todo hijo de vecino en esta nuestra amada y siempre incomprendida España.
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