Estos días se vuelve a hablar del
cambio climático en las más altas instancias mundiales. Los líderes
más poderosos (y los menos) se posicionan. Salen informes de
expertos que ponen los pelos de punta al más pintao. Remueven
conciencias con discursos bienintencionados, impactantes; firman
acuerdos con los dedos cruzados ocultos en la espalda, se inventan
impuestos que no sirven para nada y mañana, todos de vuelta en casa,
les volverá a parecer todo una mala pesadilla provocada por una cena
pesada.